Amb el títol "Recuperar la pasión" he escrit aquest article que espero que us agradi i que adjunto a continuació. També us adreço a visitar Pensando en TIC, el portal web que edita i dirigeix en Luis David.
Un abrazo desde la Barcelona de la cultura y de Gaudí, Luis David! Y muchas gracias por todo.
(Podéis usar el traductor de Google: funciona dignamente...)
Recuperar la pasión
Eloi Fuguet Surroca
Barcelona (Cataluña) - 10 de diciembre de 2012
Publicado en Pensando en TIC
“Ok, de acuerdo... quieres estudiar música. Pero ¿de qué vas a vivir?” una pregunta muy recurrente entre los padres de aquellos que hemos elegido el mundo de la música y del arte en general como profesión. A mí me la hizo mi madre cuando a los 18 años tuve que escoger entre estudiar una carrera universitaria (probablemente hubiera elegido geología) o terminar unos estudios de música que aún entonces eran mi hobby. De pequeño me gustaba mucho cantar, cantaba a todas horas. También era un chico muy comunicativo, necesitaba expresarme y que la gente comprendiera lo que contaba. Mis padres entendieron que lo mejor que podían hacer con ese chico con ansias de comunicarse era apuntarle a una escuela de música donde podría canalizar esas ansias y sobre todo pasarlo bien. Además, me compraron una flauta de pico para completar mi formación como músico, un instrumento muy económico y sencillo para empezar.
En el momento de comenzar mis estudios profesionales, entendía perfectamente las reticencias de mis padres a escoger la música y en particular la flauta de pico (o flauta dulce, como quieran llamarla) como profesión. En Cataluña y en España la flauta de pico está muy relacionada con el amateurismo. Para la gran mayoría de la población, es un instrumento de “hippies” y músicos ambulantes, usado básicamente en la escuela básica como instrumento pedagógico y sin prestigio concertístico. Un ejemplo: Este año se han programado en el circuito escénico profesional catalán tan sólo 8 conciertos con la participación de flautistas de pico. La preocupación de mis padres era más que comprensible.
No sólo ellos se quedaron atónitos, sino también algunos de mi compañeros de instituto que, siguiendo las pautas de lo que razonablemente se debe hacer y del “seny” (sentido común en catalán), escogieron titulaciones universitarias que entonces tenían más salidas profesionales u ocupabilidad y prestigio, aunque no les gustara o les “pareciera” que era lo mismo escoger una u otra carrera. Muchos se graduaron en Derecho, otros en Arquitectura, algunos en Ingenierías varias, Aministración y Dirección de Empresas...
En los últimos años el mercado laboral catalán, español y europeo se ha visto afectado por la crisis económica. Muchos de mis compañeros de instituto se han quedado sin trabajo. Pero la sacudida más importante no ha sido esta, sino sobre todo la que ha afectado a sus expectativas profesionales. No entienden qué ha podido pasar para que la generación más formada y preparada de nuestra historia se haya convertido en la primera que vivirá en peores condiciones que sus predecesores. Y lo peor es que son profesionales con mucho miedo al fracaso, miedo a tener que empezar de nuevo, a tener que volver a trabajar en empleos poco estimulantes. Quizás somos la generación mejor formada, pero seguro que no somos la mejor preparada, sobre todo para afrontar estos momentos difíciles con entereza e ilusión.
Yo llevo trabajando desde los 18 años y puedo decir con cierto orgullo que casi nunca he dejado de trabajar en el mundo de la música, ya sea como músico, docente, gestor cultural o conferenciante. Y nunca, ni siquiera en los momentos más duros de mi vida profesional (como cuando supe que no llegaría a ser el músico concertista que quería ser) quise dejar la música, porque me apasiona y para mi es algo más que una profesión: es mi vida.
¿Por qué mis compañeros de instituto, algunos brillantes estudiantes, han sufrido la inestabilidad del mercado laboral y yo no? ¿Por qué ese miedo al cambio? ¿Por qué esa desazón permanente y esa sensación de que todo va a ir a peor? Evidentemente, yo no tengo todas las respuestas para resolver estos males (si bien algunas son fácilmente predecibles) pero una está bien clara: debemos volver a apasionarnos por nuestro trabajo.
Según las investigaciones del psicólogo Anders Ericsson, popularizadas por el escritor Malcom Gladwell en su libro Outliers: “un ser humano necesita 10.000 horas para alcanzar el dominio de cualquier actividad” (1) . Y parafraseando al economista catalán Xavier Sala-Martín “mejor dedicar esas horas a una actividad que nos guste” (2), porque así podremos aportar a la sociedad no sólamente los conocimientos adquiridos en esta cantidad ingente de tiempo, sino también todo nuestro entusiasmo. En otras palabras, si nos formamos y trabajamos en algo que nos gusta no nos importará invertir 10.000 horas más.
Así pues, es responsabilidad de la comunidad educativa el análisis concreto y profesional de las aptitudes de sus estudiantes y el diseño de una programación que responda a sus necesidades y no a las de los claustros de profesores. Un diseño que además favorezca la transversalidad en el aprendizaje para generar profesionales adaptables a un mundo cada vez más cambiante y conectado, abierto a la orientación de la formación continuada y a la cooperación con otros profesionales e instituciones. Una formación “2.0.” conectada al mundo, si hacemos caso a Milton Chen, director de la Fundación Educativa George Lucas, cuando dice que “las nuevas tecnologías son las nuevas armas de instrucción masiva del aprendizaje” (3).
Hace unos días una alumna me expuso la orientación curricular de su facultad de ingeniería electrónica e informática. Los profesores no les cuentan en qué compañías trabajarán, ni qué tipos de trabajos tendrán: no lo saben. Deberán ser los nuevos graduados quienes diseñen ese futuro lleno de incógnitas ¿No sería maravilloso que esto ocurriera en cualquier universidad, como también sucede en las escuelas musicales y artísticas donde todo es cuestionable?
Es también importante que los padres asuman la responsabilidad de exigir esfuerzo y perseverancia a sus hijos, pero en sus actos y no en sus resultados. Que apoyen a los hijos según sus aptitudes académicas sin hacer demasiado caso al momento económico y social. Si una cosa nos está enseñando esta crisis es que el modelo económico, social y educativo actual ha caducado y que estamos ante la creación de un nuevo paradigma que no desarrollarán estos padres, sino sus hijos e hijas.
Para terminar me gustaría citar un fragmento del poema Ara mateix (“Ahora mismo”) del poeta catalán Miquel Martí i Pol que creo que ejemplifica este cambio de mentalidad:
“Cridem qui som i que tothom ho escolti.
I en acabat, que cadascú es vesteixi
com bonament li plagui, i via fora!,
que tot està per fer i tot és possible.”
(“Gritemos quiénes somos y que todos lo escuchen.
Y al acabar que cada cual se vista
como bien le plazca y ¡despertaos!
que todo está por hacer y todo es posible.”)
Referencias:
(1) M. GLADWELL - “Fueras de serie (Outliers)” - Editorial Taurus - 2009
(2 - 3) P. ÁLVAREZ Y A. SIMÓN - “Los líderes salen del cole” - 08/10/2011 - http://www.cincodias.com/articulo/directivos/lideres-salen-cole/20111008cdscdidir_1/
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